
Siempre nos quedará Correa
Angelito firma en la última jugada del partido un triunfo que vale oro después de que Nahuel equilibre la diana inicial de Zaïre-Emery y de que el Atlético soporte el aluvión posterior del PSG
DEPORTES
MARCA
11/7/20244 min read


París bien vale un Ángel. Andaba el Atlético absolutamente refugiado ya en su área, con un 5-4-1 que a duras penas se sostenía. De hecho el PSG acababa de marrar la enésima oportunidad cuando Achraf, absolutamente solo, aunque harto quizás de Oblak, decidió buscar en otro el remate que debió ser suyo. Se daba por bueno el empate en clave rojiblanca, en fin, pero hete aquí que Griezmann agarró una pelota en tres cuartos a la contra para aguardar la llegada del de casi siempre, del que te puede desesperar en nueve y darte el partido a la décima, de Correa en resumen. El 10 quebró a Vitinha y la puso de zurda en la jaula como sin darse importancia. Ya se la daban los demás. Ni se sacó de centro. Final.
El nuevo formato de la Champions ha hecho que perdamos cualquier referencia en lo que a la clasificación respecta. Cuentan los que hacen cuentas que con nueve puntos puede bastar para meterse entre los ya famosos 24, y al Atlético ya no le quedan partidos que no pueda ganar (ni que no pueda perder), pero, como llegados al conflicto de ayer apenas presumía de tres, no está nada mal que fuera en el Parque de los Príncipes donde se enderezara el proyecto que habían torcido entre Benfica y Lille. El fútbol no recordará cómo se ganó, el fútbol recordará que se ganó.
Si Luis Enrique hubiera alineado a Fabián, cosa que no hizo, su equipo hubiera arrancado con tantos españoles como el Atlético. Simeone prescindió de Koke para tirar exclusivamente de Javi Galán y Barrios. Al primero, prácticamente defenestrado no hace tanto, le correspondía verse las caras con Dembélé y Achraf; al segundo, acosado por problemas físicos en lo que va de ejercicio, hacerse con el timón que suele manejar el capitán. Por lo demás, Nahuel, De Paul y Julián, aunque sólo fuera porque enfrentarse de alguna manera a Francia les trae excelentes recuerdos. Y Giuliano, que no estuvo en aquel Mundial pero como si hubiera estado.
El Atlético exhibió su particular catálogo de los horrores en el arranque. Lo habitual a domicilio, pero esta vez en París. La banda derecha del ataque local era un tormento, sin que Lenglet desde el centro de la zaga ni Gallagher como interior entendieran que Galán no podía tenérselas a la vez con los dos que le habían tocado en suerte. Marroquí y galo ya habían tenido oportunidades en los primeros cinco minutos, pero hubo que esperar al cuarto de hora para que, después de que Barrios flirteara con el desastre perdiendo una pelota absurda, el equipo de Simeone hiciera definitivamente la de jaimito.
Fue Lenglet el que quiso sacar la pelota jugada desde la frontal de su área. De la determinación con que se manejaba puede dar idea el hecho de que la extraviara precisamente ante Dembélé, que no es precisamente perro de presa. El resto fue cedérsela a Zaïre-Emery, que llegaba desde atrás, sin que Gallagher entendiera conveniente mantener la persecución, para salir triunfador de un mano a mano con Oblak en el que tuvo todo el tiempo del mundo para decidir dónde la ponía. Fue la única en la que cedió el esloveno.
De repente amaneció. Justo después de la diana parisina, la escuadra del Cholo comprobó que no estaba prohibido llegar a los dominios del rival. Y, ya que estaba por allí, Giuliano sacó un zapatazo que mereció la respuesta de Donnarumma, pero que provocó una continuación de jugada en la que el 22 volvió a ponerla en el área para que, rechazada, acabara en la zurda de Nahuel y en el empate. El que menos se esperaba, como menos se esperaba y cuando menos se esperaba. Muy del Atlético ese gol...
Quizás porque visto lo visto no aguardaba respuesta, quizás porque Luis Enrique se empeña en jugar sin referencia arriba, el caso es que al PSG se le hizo bola el empate. Vivió el resto del primer acto en el balcón del otro área, siempre más punzante por su derecha que por el lado de Barcola, pero apenas le dio para un par de oportunidades no muy evidentes y para que Galán siguiera ganándose el sueldo ante Dembélé. De la otra portería ya no hubo noticias, porque las escasas veces que se sacaba la pelota jugada era para perderla superado el mediocampo. A Griezmann no se le veía fino y Julián no se acostumbra a esos partidos en los que vive tan lejos de su hábitat natural.
El segundo acto fue una partida de ajedrez en la que por fin apareció Barcola. Él de hecho fue el primero en estrellarse ante Oblak, abriendo una relación por la que pasarían también Neves, Marquinhos o Achraf. Con todos pudo el de las manoplas mientras Simeone oxigenaba su mediocampo incluyendo a Koke en el triple cambio con el que abrió su carrusel. Hubo un rato en el que la cosa se puso a tiro, pero el tramo final fue de ésos en los que un minuto de reloj era un metro perdido. Lucho también había movido piezas, pero no hubo modo de meter cuchara otra vez en la zaga visitante. Y en éstas, la grandeza de la competición también pasa por ahí, la última jugada fue la buena. Porque siempre nos quedará París. Porque siempre nos quedará Correa.
cortesía: MARCA

